Salir adelante?
La resiliencia
ASPECTO AMBIENTAL
Sobre la resiliencia encontramos similitudes en las consideraciones planteadas desde el campo de las ciencias sociales y humanas, sin embargo, nos interesa también referirnos a sus alcances conceptuales en el campo de las ciencias naturales. Desde el enfoque de ecosistemas se le consigna una definición similar a la mencionada en el campo de la física, es decir : “El grado con el cual un sistema se recupera o retorna a su estado anterior ante la acción de un estímulo”. La definición alude a la capacidad de respuesta que los ecosistemas naturales pueden tener frente a determinados cambios producidos por factores o agentes externos. Es decir, se refiere a los complejos procesos físicos y ciclos biogeoquímicos regenerativos que los componentes bióticos y abióticos de un ecosistema operan -en un tiempo determinado- como respuesta para recuperar su estado anterior al efecto producido por el factor externo, y en esa medida tender al equilibrio (siempre en constante cambio).
Por otra parte, es importante recordar que cada vez resulta más difícil -sino improbable en el contexto global actual- hablar de ecosistemas naturales (entendidos en estricto como espacios no intervenidos por el hombre).
Lo cierto es que cada vez es mayor la cantidad de ecosistemas intervenidos, sea en mayor o menor grado, por las diversas actividades humanas. Situación que nos plantea algunas interrogantes a considerar con respecto al grado de resiliencia de un ecosistema natural: ¿Si acaso el grado de resiliencia de un ecosistema natural es medible y acaso es el mismo cuando es intervenido por el hombre? ¿De qué magnitud de perturbación del equilibrio del ecosistema hablamos cuando este es antropizado? ¿La intervención humana, independiente de su magnitud, es siempre negativa en todo ecosistema natural o no necesariamente? ¿El grado de resiliencia de un ecosistema tiene umbrales cuando es intervenido por la actividad humana? ¿De qué factores depende el mayor o menor grado de resiliencia de un ecosistema natural con respecto a uno antropizado? ¿En qué medida el grado de resiliencia de los ecosistemas (naturales y antropizados) determina condiciones favorables o desfavorables en los procesos de desarrollo de las comunidades locales? ¿Existe alguna correlación entre el grado de resiliencia de los ecosistemas y la calidad de vida y desarrollo de las comunidades locales? Estas interrogantes nos ponen a consideración algunas ideas iniciales que intentaremos presentar a continuación.
Con respecto a las posibilidades de sostenibilidad de los ecosistemas y su grado resiliencia, sabemos de las graves implicancias ambientales que han tenido los modelos de desarrollo convencional (basados en indicadores de crecimiento económico), y que como resultado han incidido en las denominadas crisis ambientales y energéticas, y por lo tanto, en los desequilibrios ocasionados en los diversos ecosistemas al nivel mundial. Leff sostiene que uno de los elementos más importantes de perturbación del equilibrio de los ecosistemas naturales actuales es el “proceso de acumulación capitalista”. Afirma que la racionalidad capitalista induce a la desestabilización del comportamiento natural de los ecosistemas, es decir, ejerce una mayor presión económica sobre el ambiente. Sin embargo, al respecto también menciona que existe una respuesta natural de los ecosistemas a estos desequilibrios, y que depende de dos cualidades principales: “su resiliencia hacia las perturbaciones externas y su estado actual de conservación y salud”.
Con respecto a la primera cualidad, Leff sostiene que “La resiliencia de un ecosistema es su capacidad para mantenerse en un estado similar a las condiciones de equilibrio estable”. Y con respecto a la segunda cualidad, agrega: “…el estado de salud o conservación se refiere al nivel actual del ecosistema en relación con dicho estado de equilibrio.” Por consiguiente, sostiene “que la resiliencia de un ecosistema es máxima en aquellas regiones en las que la productividad, el tamaño de los nichos de las comunidades y las fluctuaciones del medio son suficientemente grandes, y se reduce al disminuir cualquiera de esos elementos. De esta forma la resiliencia máxima se da en las zonas templadas y disminuye mucho en el trópico”.
En nuestro análisis, es evidente que las actividades humanas de “alta intensidad” en determinados ecosistemas -sobre todo cuando están relacionados con procesos productivos asociados al uso de “tecnologías duras” (de alto riesgo de contaminación) para la extracción-transformación de los recursos naturales y la producción de bienes y mercancías, así como en los desechos generados por estos procesos productivos o por sus formas de consumo-, pueden ser radicalmente diferentes con respecto a las actividades humanas de “baja intensidad” en ecosistemas similares, en los que –por el contrario- priman patrones sociales y productivos con procesos y “tecnologías blandas” (de menor impacto ambiental (innocuas) y de nivel primario a intermedio) y destinados principalmente a cubrir necesidades de menor magnitud. Por otra parte, además de la localización indicada por Leff como una posible condición de incidencia en el grado de resiliencia de los ecosistemas (es decir,
mayor resiliencia en las zonas templadas y menor en el trópico), es probable que también incidan la escala y la temporalidad de la actividad humana sobre el espacio natural intervenido (y los ecosistemas que comprendan dicho espacio), así como de los procesos tecno-productivos aplicados. En realidad intervendrán distintos factores (principalmente externos) que en determinado momento pueden catalizar procesos ascendentes o descendentes en el grado de resiliencia y estabilidad de los ecosistemas.
Así también, existen diversos estudios –principalmente desde las ciencias ecológicas- que evidencian claramente que son los ecosistemas más complejos y diversificados, los que tienen mayor estabilidad y capacidad de regeneración y de operar distintos mecanismos dinámicos de equilibrio, en comparación con los ecosistemas más simples, es decir, los más artificializados (antropizados). Por lo tanto, podemos suponer que la resiliencia de un ecosistema natural es mucho mayor cuanto menor es su grado de antropización, y será mucho menor cuanto mayor grado de antropización tenga. Según ello podemos explicar en parte por qué determinados desequilibrios ambientales, sobre todo los producidos por la actividad humana, no han podido (o aún no pueden) ser revertidos por completo por la naturaleza (por sí sola). Es probable que la resiliencia ambiental tenga límites en tanto los modelos de desarrollo convencional sigan priorizando el crecimiento económico y tasas crecientes de extracción del stock natural, sin considerar su condición de finitud ni los costos de internalización por las externalidades negativas ambientales causadas. Lo cual, por cierto, pone a consideración la necesidad de cambiar este enfoque tradicional y de aspirar a lograr la sustentabilidad/sostenibilidad en el marco de modelos de desarrollo -como el Desarrollo Sostenible- que proponen un enfoque alternativo para revertir estos problemas.
Al respecto, se conoce de importantes iniciativas de algunos países y del trabajo persistente de organizaciones de la cooperación al desarrollo, redes ambientalistas y otras entidades públicas y privadas y de la sociedad civil, para lograr, por ejemplo, el cumplimiento de acuerdos internacionales marco en torno a problemas álgidos como el calentamiento global, conservación de la biodiversidad, reducción de la capa de ozono, desertificación, etc., y en torno a los cuales vienen logrando algunos avances importantes, sin embargo, en el contexto global y debido a los fuertes intereses corporativos del capital financiero, resultan por cierto insuficientes.
WEBGRAFIA:
+http://www.ecoportal.net/Temas-Especiales/Desarrollo Sustentable/La_Resiliencia_en_el_Desarrollo_Sostenible